15/12/11

LA RESIGNACIÓN DE UN PUEBLO

Acabo de informarle a un empleado que su contrato no será renovado después del 31 de diciembre.

Originalmente el personal que trabaja en construcción del hospital de Tabarre, en Puerto Príncipe, fue contratada hasta el final de la obra, planificada para fin de 2011.

Como la edificación se retrasó se decidió extender los contratos de todos los obreros por al menos un mes, salvo de aquellos cuya performance no estuviese a la altura de las necesidades.

Asi fue que hoy llamé a mi oficina a tres, por separado, para avisarles que quedaban desempleados el último día del año.

El primero, un herrero, hizo mil preguntas, se quejó, sabía que esto iba a pasar porque no habia trabajado bien, pero igual quiso saber qué opciones le dábamos, si podía postular a otras posiciones, si recibía alguna bonificación. Después de algo mas de media hora de repetir una y mil veces lo mismo se fue.

Y ahí vino el segundo. Un ayudante de mantenimiento, poco calificado y poco educado, con escasos recursos culturales y económicos.

Yo me esperaba de nuevo una situación parecida, las quejas, tratar de hacerle entender de la mejor manera que, si bien era difícil, era parte del acuerdo inicial y que la decisión estaba tomada.

Pero este sujeto, Demosthenes, llegó, se sentó y no dijo nada.

Le expliqué cuál era la situación y no dijo nada.

Le detallé cómo seguía todo, qué era lo que se le iba a pagar y lo relativo a las vacaciones, y no dijo nada.

Le conté cuáles eran sus posibilidades futuras, que podía aplicar a otros puestos, que le íbamos a dar un certificado de trabajo y otras cuestiones administrativas, y sólo miraba atónito.

Yo quería saber si estaba entendiendo lo que pasaba, porque no reaccionaba. Cuando le pregunté qué pensaba solamente atinó a decir que él comprendía esto y que lo aceptaba, porque sabía que todo tenía un principio y un final. Que iba a trabajar hasta el ultimo día y que después se iba a ir.

Me sorprendió y me dio mucha pena esa respuesta, porque puso en evidencia la situación que viven hoy los haitianos.

Es un pueblo golpeado, que pasa de una catástrofe a otra, donde las condiciones de vida son muy malas, las opciones laborales pocas, la justicia social nula y las instituciones inexistentes. Y todo esto se ve claramente en esa resignación que arrastran a cuestas, donde saben que al final del día no queda nada para ellos, y ya ni siquiera esperan que algo bueno pase.

Sólo saben que va a ser lo peor, y que no queda más que aceptarlo.

Bienvenidos a Haití, la pequeña África del Caribe...

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