9/9/10

UN BURQA Y UN TALIBAN

Una cosa que sin dudas llama la atención en la región más occidental del Pakistán es la escasa presencia de mujeres.

Al recorrer ciudades como Peshawar o Charsadda se ve mucha gente, muchísima, y en su mayoría de género masculino. Cada tanto aparece alguna fémina, pero es sin dudas algo ocasional.

Esta zona se caracteriza por su alineación a una tradición cultural muy rígida, que tiene bases en la ortodoxia más conservadora del islam y en una igualmente severa costumbre tribal local, donde el ascetismo, la fe, la sumisión y la disciplina son piedras angulares.

Una de las particularidades de la región es que es aquí donde surge el budismo y su búsqueda de la supresión del deseo como mecanismo espiritual para alcanzar un estadio superior.

Otra es que cuando llegaron, allá por el siglo VIII, los pueblos árabes a traer la figura Mahoma y su prédica, los locales los recibieron diciéndoles que ellos ya eran musulmanes desde antes y sin necesitar saberlo.

Dentro de esta cultura, entonces, la figura de la mujer juega un rol clave, y además es un factor que los diferencia claramente con nosotros.

Cuando uno entonces va por estos lugares y ve pasar una mujer, quizás la única en cuadras, indefectiblemente se sorprende. No sólo por su rara presencia, sino sobre todo por su atuendo.

La ve cubierta por completo con unos vestidos muy amplios que impiden divisar siquiera el contorno de su cuerpo y con una capucha que le cubre cabeza, pelo, la cara completa y hasta los ojos, apenas permitiéndole ver a través de una rejilla de tela. No se le puede divisar ninguna parte del cuerpo.

La primera impresión es la de un extremo conservadurismo, sostenido en la retrógrada idea de someter y subestimar al género femenino como premisa cultural, sin ser capaz de validar su condición humana.

Con esto no me refiero a la creencia occidental de ponerla a una altura par a la del hombre (existen tantas otras sociedades de fundamentos machistas que no ejercen estas prácticas), sino para darle al menos el beneficio de la autodeterminación (si más no se quiere en lo respectivo a las vestimentas y el libre tránsito).

Entonces esto genera cierta idea de malestar, que se alinea con otra de rechazo.

Pero cuando uno indaga mas en las bases de esta creencia, empieza a comprender (eso no implica compartir ni aceptar) cuáles son las razones que motivan ese hábito.

El islam tiene sus bases en Abraham, Moisés y el antiguo testamento, como el cristianismo. De todas formas, por motivos quizás geográficos, quizás políticos, quizás culturales, se asemeja mucho más al judaísmo que a la cristiandad.

Y como el hebraísmo pone una grandísima importancia en la figura de la mujer, siendo esta la que transmite la religión a través de su vientre y la que es pilar de la creencia.

Entonces, juntamos el principio cultural de la zona de la supresión del deseo que dio origen a Buda y sus seguidores, y la creencia musulmana de la mujer como figura central.

Al final tenemos que este pueblo intenta proteger a sus mujeres de la concupiscencia, y en vez de suponer que cada integrante hombre va a ser capaz de limitar sus pasiones, elige a cambio evitar exponerse a ellas ocultando aquello que podría causarlas.

Es así como esconde a sus mujeres, para de esta forma protegerlas del deseo de otros hombres.

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