4/8/08

AFRICA Y SUS MUJERES

Una de las cosas que más me llamaron la atención de esta parte del planeta es el rol de las mujeres en la sociedad.

Siguen ocupando un lugar parecido al que tenían hace algunos siglos, estando deliberadamente en una posición de inferioridad con respecto al género masculino.

Las mujeres son un objeto, se compran y pertenecen a los hombres, quienes disponen de ellas a piacere.

En primer lugar, el matrimonio es un contrato arreglado, donde el marido paga por su esposa una dote al padre de ella, pasando a ser su dueño.

El medio de pago es, generalmente, vacas, y cada hombre accede a la mujer que puede pagar.

De este modo, es el varón el que tiene el control total de la pareja, decidiendo qué es lo que se hace y qué es lo que no, cuándo ella puede salir y adónde puede ir.

Tiene una soberanía absoluta que no es cuestionable ni entra jamás en discusión.

Esto evidencia dos aspectos importantes de la sociedad : por un lado muestra una verticalidad en los géneros, y por el otro denota una forma de vida en la que el deseo no es un valor ni un mecanismo de elección.

El primer punto es tan claro como evidente, y no creo que llame la atención de muchos ni que haga falta desarrollarlo.

El segundo es más particular, y justifica una profundización.

Si uno compra una esposa como compra un auto, entonces tiene una relación de dominación sobre el bien adquirido. Es decir que no hay paridad ni presunción de elección en la composición de la "pareja" (léase esto como un eufemismo).

De esta forma se puede inferir que el amor no es algo que se tome en consideración, principio válido para todos los aspectos de la vida de las personas.

La gente tiene cosas, compra cosas y nada más que eso. Es un mecanismo capitalista a ultranza, donde todo está en venta y nada se conquista. Entonces todos están solos rodeados de pertenencias.

Al leer esto con parámetros occidentales, resulta tan vacío como desaprensivo, pero desde un punto de vista africano esto tiene una justificación de lo más consistente, aunque no necesariamente convincente.

El discurso que explica este fenómeno se basa en el principio de la familia como contrato, y sostiene que el amor necesariamente perjudica esa relación.

Las familias sirven para procrear, para construir un marco de contención y para satisfacer un reclamo social, y nada tienen que ver con alcanzar un deseo personal o llenar la necesidad de afecto.

Es así como éstas se constituyen en los momentos más aptos desde lo biológico, y los hijos nacen cuando sus padres están en su pico de fertilidad. La edad media en la que las mujeres alcanzan la maternidad ronda los 17 años, con una cota inferior de hasta 13, y para los hombres el promedio es cerca de los 19 o 20, empezando a ser padres a los 16 o 17, es decir la edad en la que empiezan a ser económicamente independientes y están en grado de mantener a sus vástagos.

Igualmente, salta a la vista que esta pantalla social, este cumplimiento del deber cultural, no es capaz de anular el deseo, de satisfacer la necesidad de afecto. Entonces viene la contrapartida de este fenómeno.

Ésta es la altísima tasa de infidelidad, de relaciones extramatrimoniales.

El mito, por mi jamás contrastado, dice que todos los africanos tienen alguna o algunas novias, y que siempre se consiguen una nueva donde sea que fueren.

Es decir que tienen una familia y tienen un amor, pero que eso no se mezcla ni se junta.

En los hombres esta práctica está, aunque de manera informal, socialmente aceptada. El problema acá es que para que ellos la lleven adelante, precisan de mujeres para capitalizarlas. Y para ellas esto está no solo terminantemente prohibido, sino también gravemente penado.

El adulterio femenino, en no menos de la mitad de los países del continente (especialmente en los de origen musulmán), está penado con la muerte, y hasta con terribles prácticas de aniquilamiento, como la lapidación o el desangramiento. En los más "progresistas" quizás no se llegue a estos niveles de violencia, pero de todas formas la mujer pierde todos sus derechos sociales y es rechazada por su comunidad.

De cualquier modo todos saben que esto pasa, a escondidas pero pasa.

Éstas prácticas son, sin dudas, muy distintas de las occidentales, y la concepción que se tiene de la familia es otra. Esto lleva también a una distinta relación con los hijos, ya que estos no son producto de un amor sino resultado de un contrato.

Cada día me quedas más y más claro que África es otra cosa. No se si mejor o peor, o quizás un poco de ambas, pero sin dudas muy distinto.

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